Publicación: Hemotrópicos y hemoparásitos: desde el microbioma, patobionte y patógenos sanguíneos
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Thrusfield (2018), padre de la epidemiología veterinaria, estableció una definición para enfermedad, donde un animal estaba enfermo cuando este no alcanzaba los parámetros zootécnicos – productivos de su especie, raza y condiciones de producción preestablecidas. Dejando claro que la presencia per se de un agente asociado al patobionte o agente patogénico, no es sinónimo de enfermedad (Mazmanian et al., 2008). Aquí es donde la Teoría Ecológica se utiliza cada vez más para explicar los fenómenos observados en las interacciones microbio-microbio y microbio-hospedero (Gilbert & Lynch, 2019). Ahora, la vida definida como una actividad sistémica que cataliza la conversión de entropía en información, es decir, la energía se degrada (interacción huésped-parásito-simbiosis) (Margalef, 1992), permite entender la complejidad del término “parásito”, agente el cual tiene una dependencia fisiológica y ecológica del hospedero, él cual le proporciona hábitat y recursos para su ciclo de vida (Combes, 2001). Por esta razón, se estima que el número de especies parásitas es alrededor de 4 veces mayor que el de los taxones de vida libre (Zimmer, 2000). Aunque las parasitosis, enfermedades asociadas a parásitos, pueden desencadenar extinción de otras especies (Cunningham & Daszak, 1998), también están asociadas con biodiversidad, resiliencia de ecosistemas y conservacionismo de otras especies (Thomas et al., 2005).